jueves, 28 de enero de 2010

De regresos y adioses

¡Cuánto tiempo sin pasar por aquí, a desahogar el almita silenciosa! Sabrán ustedes disculpar lo escaso de este diario, mis primeros meses de romance con la web han sido altamente productivos y entretenidos, llevándome a olvidar o dejar para después este pequeño rincón.

Debo decir que no estuve muy introspectiva que digamos en los últimos meses, al menos no de una manera lo suficientemente correcta como expresar mis elucubraciones aquí. Pero con el final del año y el principio a tropezones del nuevo, nuevos aires perfuman mis jardines, y las palabras vuelven, como los colibríes al ceibo.

Cuánta pérdida dolorosa, cuánto símbolo imborrable ahora convertido en estrella, cuánto amor de pueblo a ídolos que lo empujaron y sostuvieron. Un ex-presidente, una vocera de la libertad y un emblema de la amistad se fueron a otros prados entre este año y el que pasó, dejando al pueblo triste y con las banderas rotas.



Don Raúl, digno hasta en la muerte, demostró a los poderosos el valor de haber sido honesto, limpio y con temple de guerrero. Su multitudinario funeral nos sacudió el corazón a los que lo vivimos desde lejos, nos mostró a los imposibles unidos, y a algunos nos recordó cuánto nos ha costado la libertad.



La Negra, estandarte de los oprimidos, recibió otra despedida, larga, plena de recuerdos, de mirar atrás y recordar a otros que también pelearon por la libertad, arriesgando el cuero. Su voz de alondra salvaje sobrevuela hoy los festivales, la memoria y el cariño.



Y este año, el Gitano, el último romántico, después de un largo aliento contenido, dejó caer sus brazos de hermano y decidió reposar al fin su cuerpo cansado. Su adiós fue impresionante, en cada rincón de la patria se dejó caer un recuerdo, una palabra, una lágrima. Rosas rojas para Sandro, y el himno con que quiso ser recordado. Su eterna sonrisa de muchacho de barrio, su voz de seductor apasionado y su simpatía arrasadora quedarán entre nosotros, recordándonos que nada vale la vida sin la amistad.

Gracias, muchachos, por todo lo que nos dieron. Bien merecido tienen su descanso.

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